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jueves, mayo 29, 2008

Por un lado el amor y por otro el desamor;

y yo disparando siempre en la dirección

equivocada.

martes, mayo 27, 2008

Metrómana

Me encanta el metro, a pesar de su alta congestión post transantiago, no sólo me fascinan sus ventajas como medio de transporte, su rapidez, exactitud, limpieza. Me encanta el metro, porque puedo mirar a la gente y dejar que ellos me observen con libertad. Me entretiene a rabiar ver caras y desentrañar adonde van, donde trabajan, saber si están alegres o tristes.
Me gusta el metro porque casi todos los días me enamoro de un hombre distinto y hago de mi camino posterior una fantasía acerca de aquel individuo que con certeza jamás volveré a ver, fantasía que se acabará una vez que cruce el umbral del lugar a donde me dirijo. En el metro coqueteo descaradamente, total que más da, en la próxima estación se abrirán las puertas y yo desapareceré entre la gente que sube las escaleras, pero el sólo hecho de pensar que haya dentro del tren quedó alguien pensando en mi, en donde me dirigiría o a que me dedicaba, hace del viaje en metro, una aventura día a día.
Así que cada mañana y tarde me preparo para subirme al vagón, busco ubicaciones privilegiadas dependiendo de mi humor, si quiero coquetear lo mejor es ubicarse en una esquina y desde ahí lanzar esas miradas cortas, que en el momento en el que se crucen con el objetivo harán encender alarmas. Si mi intención es más analítica me gusta pararme en el centro donde está el fierro, desde ahí se puede observar en todas direcciones y descubrir que se trae cada pasajero. Si el carro va muy lleno miro haca abajo y observo los zapatos, el juego consiste es saber como será el propietario a partir de sus zapatos, es como “dime con que andas y te diré quien eres”, es una actividad bastante predecible, pero me he llevado grandes sorpresas.
Lo único que no me gusta del metro es cuando la gente habla. Allí se acaba la magia, ya no puedo imaginar más, el ruido rompe la ensoñación y se termina la fantasía, golpeada por knock out por la realidad. No saben lo triste que puede ser escuchar que el tipo guapo al que le lanzaste miradas durante 10 estaciones tiene una horrorosa voz de pito o que la mujer que imaginaste sobria e inteligente abra la boca para comentar pavadas, o peor aún escuchar los archirepetidos lugares comunes sobre los males y defectos del Transantiago, y a la gente quejándose incansablemente.
Me fascina el metro, la posibilidad de observar y ser observada, que me miren y especulen sobre mi persona. Me gusta pensar que soy un objeto de estudio, al igual que para mi lo son casi todos los pasajeros, siempre y cuando no hablen, ni huelan mal.

lunes, mayo 26, 2008



Fresca, viva, esperanzada,

un poco adolorida y machucada,


pero entera,


pero yo,


por fin Daniela,


por fin…



viernes, mayo 23, 2008

El sol sobre las montañas sale casi furioso, imponente, con ganas de golpear, de golpearme, pero yo, me escondo, lo evito. Como si pudiera… como si el miedo pudiera esconderse, disimularse. Se me nota. Lo grito sin abrir la boca. Y el sol arriba asiente, sabe y calla. Todos callan. Necesito ruido, voces, sonrisas, palabras al oído. Los silencios me persiguen. Antes me gustaban, ahora me hastiaron. No puedo más necesito reir, reir, gritar y cantar, no llorar más. Que se acaben las lágrimas en este cuerpo. Que surja el viento, la música, la abundancia, la risa, el hablar sin parar, pero sin juegos. Quiero risa, música y palabras que contengan verdad absoluta, aunque esta no exista, igual que yo cuando comencé a escribir hoy...

jueves, mayo 22, 2008

Podrías creer y todo sería más fácil,

creer que si existe esa mano

creer que el sol siempre sale detrás de las nubes

y que igual que todo parece nublado...

pero suerte que a veces LLUEVE

miércoles, mayo 21, 2008

DEMASIADO VIVA

PERDER EL MIEDO
DEJAR DE SENTIR
ANULAR LA EMOCIÓN
DESTRUIR EL SUEÑO
PARA TERMINAR POR MATAR EL RESPIRO
ESE QUE INICIO ESTE CICLO.
LLEGAR A UNA TREGUA
VOLVER A LO COTIDIANO
ENCONTRARME, ENCONTRARTE
AHORA DE OTRA MANERA
ENVUELTO EN OTRO PAPEL DE REGALO
QUE YA NO ME PERTENECE
Y ASI, Y TODO, SEGUIR ADELANTE
FRESCA, VIVA, ESPERANZADA
GUARDANDO PARA MI TODO LO QUE TE QUISE
ES MIO, ALGUNA VEZ FUE NUESTRO, AHORA SÓLO MIO
NO ME SIRVE, PERO QUE IMPORTA, SIGO VIVA,
ASUSTADA, PERO VIVA
EL AMOR SE ME ESPANTA, SE ME ARRANCA.
YA NO IMPORTA, YO ME QUEDO, GUARDO FUERZAS, ME PREPARO.
LA PROXIMA VEZ NO SE ME ESCAPA
LA TREGUA PUEDE SER LARGA.
PERO YO, VIVA Y TODA, NO TENGO NADA QUE PERDER
Y TODO POR GANAR
DE AQUI NADIE ME MUEVE SIN AMOR,
SIN LA DULCE CERTEZA DE QUE EL MAÑANA SE CONSTRUYA DE LA MANO,
DE UNA SONRISA,
DE CUALQUIERA QUE MEREZCA SER AMADO.

viernes, mayo 16, 2008

La ciudad del hombre triste

La ciudad es como ya varios lo han dicho lo que nosotros mismos hacemos de ella, por eso si un día despertamos y el corazón se nos llena de fuerza y alegría, la ciudad se torna más bella y luminosa, más amable y más vivible, más propia y más humana. Sin embargo, la ciudad del hombre triste es tan gris como su pena. No importa cuan fuerte brille el sol afuera, y caliente el cuerpo de un viejo sentado en una plaza, o anime y acompañe los juegos de niños en un parque, o incluso si llueve humedezca nuestros resecos suelos, alivie nuestro aire o nos haga refugiarnos en compañía junto al calor de alguna estuf La ciudad de quien sufre, es el fiel reflejo de su pena,de la agonía que vive diariamente. Para el doliente, la ciudad es más que el espacio en el cual vive su dolor, es el escenario implacable que lo hacer constatar día a día que su pena sigue ahí y no desaparecerá de un plumazo. Así como la ciudad no cambia violentamente, ni aparecerá un edificio en una esquina de un momento a otro, el sufriente se enfrenta cotidianamente al continuo escenario que lo rodea, nada cambia a su alrededor y menos en su interior. En la ciudad el hombre triste se siente aún más solo, las caras son todas desconocidas y ningún rostro parece amigable o capaz de apañar el tormento.
El exterior y la gente se transforman en un pequeño enemigo que es preferible no mirar, entonces el hombre triste evita ver la ciudad, es capaz de encerrarse, de bajar el rostro mientras camina con tal de no ver la insensible mirada de los otros. Los lugares que solía visitar antes de ser desgarrado por la pena, ahora son solo hitos de desconsuelo y desolación. La ciudad lo atemoriza. Teme encontrar en cada esquina, calle o casa una reminiscencia que lo regrese a la agonía y por eso mira el suelo, para no ver lo que hará que su pecho vuelva a apretarse y su estómago a revolverse. El hombre triste no ve a los niños jugando en la plaza, sólo escucha gritos y le molestan, no ve a los viejos al sol, piensa que son gente abandonada a su suerte, no ve a las mujeres embarazadas que caminan orgullosas con sus panzas por la calle, piensa que debiesen estar en casa descansando, no ve a los hombres y mujeres que caminan encarando a la ciudad con alegría, piensa que es imposible caminar con tanta gente, no ve a los jóvenes que caminan escuchando música y su paso se hace más ágil y amable al compás del ritmo, piensa que están atrasados, que no viven aún en el mundo real. Cuando se pierde el sentido de la vida, todo lo que nos rodea se vuelve fútil, inservible e invisible.

Por eso el hombre triste se esconde, rechaza el que antes fuese el escenario de su vida, la ciudad más bella se convierte en la realidad más implacable de su martirio, y es que la ciudad ignora su desgarro y sigue funcionando impávida e insensible a su agonía, no interrumpe su paso para abrazarlo y acogerlo como el quisiera, sino que continua su camino sin detenerse, al menos a compadecerlo. Y el hombre triste quisiera salir y gritarle que se detenga, patearla e insultarla, para finalmente rogarle que venga y lo abrace, que le diga que mañana brillará para él y le mostrará cada rincón de ella donde la vida y la felicidad se expresan y se abren paso. Pero la ciudad no para, esta viva pero no para, sigue en su constante movimiento, porque sabe que tarde o temprano ese hombre triste abrirá su ventana mirará la esquina y descubrirá algo que nunca antes había visto, entonces perderá el miedo y saldrá a la calle, mirará a la cara a los transeúntes y descubrirá en cada uno de ellos una razón para estar vivo. La ciudad del hombre triste es sabia y no se detendrá a compadecerlo o llorar junto a él, lo acompañará silenciosa y fielmente, lista para el día en que el pierda el miedo y vuelva a verla, tan viva, tan esperanzada, y tan cálida, como alguna vez estuvo su corazón.

viernes, mayo 02, 2008

Estoy cansada de esta luz sobre mi cabeza
cansada de la búsqueda inagotable
cansada de caminar, hablar y despertar sola
cansada de imaginarte y aún así no poder verte
cansada de creer encontrarte y de confirmar, una vez más, que me he equivocado