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viernes, abril 08, 2011

El (escrito hace mil años)

Él, no tenia muy claro cuanto tiempo había caminado, había poco de voluntad en sus movimientos, tan sólo se dejaba llevar, un extraño hueco en su interior lo hacia moverse. No supo cuando su cuerpo lo llevó a la estación. Miró a su alrededor, hacia frío, el vacío en su interior volvió a remecerlo, decidió seguir caminando, probar por si acaso engañaba al sentimiento. De pronto, cuando ya comenzaba a retirarse, sintió un ruido lejano que se acercaba, y de improviso el estruendo de la bocina y esa luz enceguecedora. Fue tanto su estupor, que no supo cuando ni  como se vio frente al tren detenido, giró sobre si mismo, como preguntándose que hacer, en quién creer y de nuevo la misma pregunta, ¿hasta donde?, ¿hasta donde? …. Subió. En la oscuridad del coche tanteó la situación, todos los asientos ocupados. Tropezando e intentando no hacer  ruido, caminó a través del vagón. Nada. A un lado y al otro, hombres, mujeres, niños durmiendo, de a uno, de a dos en un asiento. Al final, la silueta de una mujer extendida sobre dos asientos. Se preguntó si despertarla, pedirle lo dejara sentarse ahí. Pero antes de que terminara de pensar, ella se levantó, acomodó su cuerpo contra la ventana y sin ningún gesto aparente le cedió el asiento a su costado. Él, se sentó un tanto turbado, creyó haberla molestado, pero mientras el tren partía olvidó a la mujer, y se entregó al movimiento de la maquina. Ahí, una vez sentado volvió a sentir el dolor. Pensó que habría sido mejor  seguir caminando, haciendo como que nada pasaba, intentando seguir queriendo, intentando olvidar. Por primera vez en mucho tiempo había tomado una decisión, pequeña, pero decisión al fin. Se sintió tranquilo, nervioso, pero tranquilo, después se verá, pensó. Acomodó su cuerpo en el asiento y comenzó a intentar olvidar todo aquello que intentaba olvidar cuando intentaba dormir, pero cuando casi lo lograba, sintió que la mano a su costado buscaba la suya. Casi dormido le entregó su mano a la mujer a su lado. Ella, la apretó ansiosa, nerviosa, helada. Él, pensó en decir algo pero no pudo. Ella se recogió a su costado y apoyó su cabeza contra su hombro. Él dejó que ella se cobijará contra su cuerpo, sintió el frió de su figura y la abrazó. El abrazo se extendió unos largos pero intensos minutos, de pronto, ella, comenzó a llorar. Él extendió sus manos y secó sus lagrimas, apretó aún más el abrazo y no dijo nada, ella lloraba, el intentaba demostrarle con su abrazo que estaba ahí, con ella, sin ninguna razón, que iba a abrazarla todo el tiempo que fuera necesario, aunque no supiera por que, aunque no imaginara adonde iban o lo que venia. Él sintió una extraña, añorada y nostálgica paz al cobijarla. Ella paró de llorar, secó sus lágrimas, y a tientas en la oscuridad busco su boca. Él se entregó a ese beso, y a los tantos que le siguieron, sus manos tantearon su cara y le gusto saber que no sabía quien era. Ella lo acarició, lo apretó, lo olió y lo siguió besando. El amanecer los encontró desnudos en el último asiento del tren, bajo la mirada atenta, asombrada y prejuiciosa del resto de los pasajeros. Ella recogió del suelo una manta y los cubrió a ambos con ella. Allí, desnudos bajo la manta por primera vez pudieron ver sus caras. Él le sonrió. Ella también. Sin palabras volvieron a abrazarse, el tren seguía moviéndose pero el ajetreo del resto de los pasajeros hacia inminente la llegada a alguna estación. Ella sin mirarlo le dijo “¿te importaría que ahora que nos conocemos, no volvamos a vernos más?”, él sorprendido preguntó “¿Por qué?”, “porque soy letal” respondió ella. Él calló por unos instantes, y luego dijo “sólo quiero verte feliz”, “no puedes” refutó ella, él intento voltear su cara para mirarla a los ojos, al encontrar su mirada descubrió que ella lloraba una vez más, “bájate aquí” le dijo ella, “bajemos juntos” le respondió, “no puedo”, “por favor deja que me quede”, “no necesitas un problema como yo, tu ya sabes hasta donde puedes perdonar, ya hiciste este viaje, yo soy solo una pasajera en tránsito”, “déjame ayudarte, no voy hacerte daño”, “Muy tarde, ya me lo hiciste”

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